Artur Pizarro - Albeniz & Granados - Opus Musica
Desde una anterior reseña de la Iberia albeniciana publicada hace menos de un año en esta revista, dos nuevas Iberias han visto la luz en disco. Se trata de la protagonizada por Gustavo Díaz Jerez en el sello SEdeM -de la Sociedad Española de Musicología- y la del pianista portugués Artur Pizarro en el sello escocés Linn Records, que vienen a sumarse a las allí citadas, entra las que destacábamos las lecturas de Alicia de Larrocha, Estéban Sánchez y la más reciente de Luis Fernando Pérez en el sello Verso.
En líneas generales, la espléndida Iberia que nos ofrece el pianista portugués Artur Pizarro -grabada en un Blüthner concert grand piano en septiembre de 2009- es una visión cercana al pianismo francés, con el que comprarte su sentido del color, la claridad de líneas y cierta contención expresiva, que por cierto, y lejos de lo que podría parecer, sienta muy bien al pianismo albeniciano. La claridad de líneas en una obra de tan abigarrada polifonía como es la Iberia, unida al sentido del color -imprescindible para hacer justicia a una obra tan descriptiva y evocadora-, es algo que sólo está al alcance de un pianista con los medios sobresalientes de Artur Pizarro, previamente curtido en empresas como la grabación de las hipervirtuosas Rapsodias Húngaras de Lizt (Brilliant) o la integral pianística de Ravel (Linn). De Iberia ofrece una versión refinada, equilibrada, mesurada y casi íntima, lejos tanto del estrépito como de las sonoridades duras y del derroche temperamental. Pizarro parece hablarnos de tú a tú, pensando en el pianismo creado para la intimidad del salón, para la confidencia dicha a media voz, sin estruendo, incluso cuando recrea atmósferas bullangueras como las de El Puerto, Triana o Eritaña.
Se abre esta Iberia "a la francesa" con una bellísima versión de marcado carácter poético y melancólico de Evocación, que hace plena justicia al título de la obra y que en manos del pianista portugués casi podría haber sido firmada por Debussy. El Puerto de Pizarro en un puerto amable, sin aristas, que nos llega tamizado por un sonido redondo y sabiamente envuelto en pedal. Las enormes dificultades del Corpus Christi en Sevilla son resueltas con naturalidad, tanto es así que Pizarro consigue cierta unidad entre partes tan contrastadas como las octavas de las secciones extremas y el nostálgico canto de la copla en la sección central. Esa naturalidad es la que domina la interpretaciones de Rondeña y Almería, con un sentido del color que recuerda la Iberia de Esteban Sánchez, aunque la versión del portugués es más contenida e íntima y menos exuberante que la del pianista extremeño.
Artur Pizarro se muestra adusto en el melancólico El Albaicín, cuya copla canta con fraseo de arco largo y lirismo sincero, logrando emocionar al oyente por su autenticidad y su preciso manejo de las tensiones, cualidad esta última presente también en la lectura de El Polo, obra conflictiva en su parquedad, que el portugués nos ofrece en una versión muy equilibrada, en la que consigue un impulso único desde el comienzo hasta el final de la obra. El organillo de Lavapiés es tan pulcro y tan poco desafinado que en manos de Pizarro más bien podría recordar a una delicada cajita de música, aunque tampoco le falta al portugués la necesaria gracia castiza para dar vida a estos exigentes pentagramas tan "de Madrí". Pasión contenida en Málaga, graduada con inteligencia, y un Jerez de íntima expresión y hondura expresiva nos conducen finalmente a una Eritaña no sin cierta dosis de fatalismo entre su derroche de alegría, para cerrar esta espléndida versión de Iberia que se sitúa entre las mejores y más interesantes llevadas al disco. Se trata de una grabación que captura al oyente desde la primera nota y que no se puede dejar de escuchar una vez se ha comenzado su audición.
Unas poéticas Goyescas de salón
La versión que Pizarro hace de Goyescas de Granados comparte parte de las características atribuidas a su lectura de Iberia: acertado sentido poético, contención expresiva y exquisito cuidado del sonido. El pianista portugués plantea sus Goyescas como si de una improvisación se tratara, lo cual conecta a la perfección con el carácter rapsódico de la principal obra pianística de Granados. La confidencia a media voz es también característica de esta versión que incide menos en la búsqueda del color que en Iberia, destacando por contra el carácter intimista salonístico menos presente en aquella. Artur Pizarro brinda en conjunto una bellísima y muy expresiva interpretación de Goyescas, rica en atmósferas, climas y sonoridades, en la que destaca un contundente y viril Fandango del candil que preludia una hermosa y muy poética versión de Quejas o La Maja y el Ruiseñor. Los ataques en staccato, tan típicos de Granados, alternan artísticamente con el bello toque cantabile de Pizarro y parecen flotar envueltos en una estupenda toma de sonido, como es habitual en el sello Linn.
La carpetilla del CD incluye el artículo "My travels through the Spain of Albéniz and Granados" (disponible en la web del sello Linn) escrito por Artur Pizarro, pianista que a lo largo del año 2010 abordará en diversos conciertos la interpretación de la obra integral para piano solo de Chopin. Un doble disco -de generoso minutaje- muy recomendable.