Mozart Symphonies 2 - SCO & Sir Charles Mackerras - OpusMusica
El director australiano Sir Charles Mackerras es uno de esos profesionales veteranos de la batuta de tal nivel que, en cualquier repertorio al que se enfrenten, de Purcell a Martinu, resultan interesantes; lo mismo en un drama de Donizetti, que en una sinfonía de Sibelius o en una opereta de Gilbert & Sullivan. Pero si hay dos compositores con los que siempre se le identificará, en los que ha conseguido sus mejores logros y a los que ha profesado un amor y una dedicación constante, ésos han sido Janácek y Mozart.
Sir Charles ya había grabado todas las sinfonías de Mozart -y buena parte de sus óperas- para el sello americano Telarc a finales de los 80, con la Orquesta de Cámara de Praga, en una integral que, si bien obtuvo buenas críticas, no despertó grandes entusiasmos y desapareció relativamente pronto de las tiendas. Desde hace un par de años, vuelve a atacar el corpus sinfónico mozartiano, esta vez para Linn con la Orquesta de Cámara Escocesa, de sonido más claro y perfecto que la de Praga. Después de un primer volumen con las cuatro últimas sinfonías, aparecido a principios de 2008 y merecedor de múltiples galardones internacionales, llega a hora al mercado español el segundo -también un doble compacto- con cinco sinfonías de las inmediatamente anteriores.
Los atributos interpretativos de esta entrega son los mismos que los de la anterior: instrumentos modernos combinados con metales y percusión de época, claridad, vigor, vivacidad, frescura y esa espontaneidad que sólo aparece tras mucho trabajo previo. Es decir, las características idóneas e imprescindibles para cuajar lo que en éste, como en los anteriores trabajos mozartianos de estos músicos, se nos ha ofrecido: fantásticas interpretaciones mozartianas. Cuando es menester, hay pompa y majestuosidad, pero nunca pesantez, sino alegría -vg: primer movimiento de la Sinfonía nº 31 "París"-; cuando corresponde hay delicadeza y finura, pero nunca remilgadas, sino llenas de sencillez y lirismo introspectivo, como en el Andante de la Sinfonía nº 29. Los minués van servidos con variedad de acentos y cierta gracia picante, pero sin perder nunca la línea, y los finales son vibrantes, enérgicos y fantasiosos, sin asperezas sonoras o extravagancias interpretativas de esas que tanto se llevan hoy en algunas interpretaciones "filológicamente (in)correctas" de Clasicismo. Hasta una obra tan pequeña y sencilla como esa obertura bipartita que es, en realidad, la Sinfonía nº 32 adquiere un relieve considerable que pocas veces se ha acertado a darle. Pero, sin duda, son las sinfonías del segundo disco, la Haffner y la Linz, en donde director y orquesta alcanzan cotas interpretativas realmente notables, a la altura de los más grandes frecuentadores de estas partituras, con una belleza de sonido, una claridad de planos y una fluidez musical realmente insuperable, siempre con gracia y siempre consiguiendo emocionar, en interpretaciones de una pieza, como si la música saliera ya hecha de los instrumentos.
Por si todo esto fuera poco, hay que dar cuenta de la fabulosa toma sonora de Philip Hobbs, de una transparencia inmaculada, las interesantes y claras notas (sólo en inglés) de Timothy Jones y, además, la inclusión de un segundo tiempo alternativo (Andantino) en la Sinfonía París.
El joven octogenario que es Charles Mackerras, lleno de brío adolescente y de sabiduría musical, ha conseguido, con estas grabaciones, legarnos un clásico. Sencillo, sin pretensiones de monumentalidad ni de renovación, pero un clásico. Unos preferirán a Krips, otros a Harnoncourt; pero, junto a ellos y a los Böhm, Giulini, Kleiber o Gardiner, habrá que poner, a partir de ahora, también, dentro de su estilo y con su propia visión, a Sir Charles. La historia de la fonografía le recordará siempre por su serie de óperas de Janácek para Decca; pero es muy probable que, a partir de ahora, también por estas sinfonías mozartianas de las que sólo podemos esperar que llegue pronto un tercer volumen.