Nicolas Altstaedt & Alexander Lonquich - Beethoven: Complete Works for Fortepiano and Violoncello - Scherzo
Entre las muchas cualidades de la obra para violonchelo y piano de Beethoven hay una de orden espiritual que, dados los tiempos víricos y confinados que corren, nos parece muy digna de ser resaltada. Estas sonatas y variaciones divierten mucho, y al emplear este término no nos referimos únicamente a la primera acepción de la RAE, alusiva a su capacidad de entretener —que también—, sino a su sentido etimológico, esto es, a que nos llevan a varios lados, nos hacen transitar mundos y sentimientos diversos como sólo los más grandes pueden hacer.
Escritas a lo largo de unos veinte años, pero en tres momentos bastante precisos (en 1796, en torno a 1805 y a 1815), en ellas podemos apreciar la eclosión compositiva del joven Ludwig pensando en las cualidades del gran violonchelista Duport, el asentamiento de un estilo propio y, por último, el comienzo de la gran experimentación con las estructuras formales. Si hay una emoción que domina el conjunto, esa es la alegría en sus diferentes expresiones. Desde el júbilo contemplativo hasta el regocijo de la evocación de una canción popular, todas sus vertientes están presentes, o eso es lo que han querido destacar estos dos músicos de excepción que son Altstaedt y Lonquich.
La energía vital que desprende esta versión proviene de un enfoque en el que cualquier matiz, articulación o rubato se realizan hasta el extremo que permite el estilo y jugando con los límites, lo que da lugar a una interpretación casi manierista, pero que no incurre jamás en el mal gusto. Es realmente difícil obtener una versión equilibrada y con una mirada compartida tomando semejante partido, pero ellos lo consiguen, y de qué manera. Bellísimo el pianoforte utilizado para la grabación —magnífica de acústica y balance—, al que Lonquich extrae todo su potencial de manera primorosa.